El estremecedor relato de la mujer que zafó dos veces de ser asesinada por su ex
Contó que la arrojó adentró del auto a un barranco. Tras lograr sobrevivir, el hombre la volvió a tirar. La mujer asegura que se negó a morir y resistió.
El testimonio de una mujer que zafó dos veces de ser asesinada en la misma noche no deja de estremecer. El trasfondo de la trama incluye violencia de género, drogas y un barranco profundo y oscuro como el propósito de su expareja, el fallido asesino.
Añelo es el corazón de Vaca Muerta y adonde cientos de personas del país arriban en busca de un trabajo y una oportunidad, sin saber que la localidad neuquina que promete ser la salvación de un país está explotada.
Todo en Añelo es carísimo porque la actividad petrolera ha disparado los valores. Alquilar es una complicación para las empresas y ni que hablar para los mundanos trabajadores de otros rubros.
A esta localidad llegó una joven jujeña que alquila una pieza en un inquilinato y en mayo conoció a un mendocino que trabajaba en el mismo rubro que ella: hotelería.
Una relación plagada de celos
El pasado 4 de septiembre el fiscal del caso Andrés Azar y la asistente letrada Carolina Gutiérrez le formularon cargos al agresor por el delito de homicidio doblemente agravado por el vínculo y por mediar violencia de género, en grado de tentativa y en calidad de autor. El hombre quedó detenido con prisión preventiva por tres meses.
Con el avance de la investigación LMNeuquén pudo conocer detalles claves del testimonio de la joven y de los hechos de violencia a los que fue sometida.
Por lo que se supo comenzaron a salir tras conocerse en el lugar de trabajo donde compartían 10 horas al día.
La relación arrancó en mayo y al poco tiempo él comenzó a celarla.
“Se me instaló donde yo alquilaba y comenzó a celarme en el trabajo. Si yo no tenía ganas de tener relaciones porque llegaba cansada me acusaba de que estaba con otro”, le reveló la joven a los investigadores del caso.
A ese tipo de violencia se le sumó la física el pasado 20 de julio, día del amigo.
“Estaba cargoso y yo agarré el colchón y se lo saqué de la cama. Ahí se enojó y me empujó sobre las tablas de la parrilla de la cama, que se rompieron y me amenazó: ‘Vos no sabes quién soy. Te voy a matar o voy a mandar o que te maten. Yo conozco gente peligrosa. Yo no me voy a ensuciar las manos por vos que sos poca cosa’”, le dijo el violento.
La furia verbal fue al compás de la física porque la tomó por la mandíbula y de un solo envión la apoyó bruscamente contra la pared donde continuó sus amenazas.
Pasado ese episodio, “le pedí que no acostemos a dormir así se calmaba. Me pidió intimidad y yo le dije que no. Me insistió y me pidió que lo masturbe y lo tuve que hacer porque tenía miedo”, reveló la joven que afirmó que sólo de esa manera logró que se durmiera.
“Durante esa noche no dormí del miedo”, confió la joven a los investigadores.
Posterior a ese episodio continuaron los actos de celos y hasta la acusó de tener relaciones con uno de sus amigos al que le envió un mensaje de Whatsapp, pero este lo ignoró.
A fines de agosto ella decidió cortar la relación cuando él la llevó a comprar cocaína a un kiosco narco en Añelo.
Ella había soportado la violencia psicológica y física, pero sabía que el nuevo ingrediente, la cocaína, haría todo mucho peor y no quería más pesadillas.
“Esto yo no lo quiero para mí. Quiero alguien sano que no esté en estas cosas. Con vos ya no quiero estar”, le dijo ella esa misma noche. Por suerte, esa declaración no derivó en una reacción violenta, pero nada estaba cerrado para él.
El último encuentro
Pese a que ella había puesto un fin a la relación, él insistió. Y le escribía en forma asidua. Eso se llama acoso.
El domingo, 1 de septiembre, le escribió y le pidió verse esa misma noche para hablar de la relación.
Ella no tenía ganas, pero ante la insistencia le dijo que sí y acordaron encontrarse en la esquina de la casa de ella a las 23:20. Él llegó pasada la medianoche cuando transitaban los primeros minutos del lunes 2 de septiembre.
Llegó como siempre lo hacía, a bordo de su Renault Sandero gris que como tenía la luneta rota la había cubierto con un nailon y la llamaba “Topolino”.
Cuando ella se subió, él arrancó y le dijo “acompáñame a comprar cigarrillos a la YPF”. Pese a que ella le dijo que no el vehículo ya estaba en movimiento.
En el trayecto salieron a flote los celos nuevamente.
“Me comí la cabeza pensando qué habrás hecho el fin de semana”, le dijo en referencia a que creía que ella había estado con otro hombre.
“No le respondí porque estoy cansada de darle explicaciones. Le dije que se comportara como como un tipo de su edad, 36 años”, contó la joven a los investigadores.
Encima, el hombre, ese fin de semana, le había estado enviando mensajes a las amigas de ella para presentarles amigos y así arreglar una salida conjunta.
Un perfecto manipulador que no acusaba recibo de que la relación ya se había terminado.
Pero volvamos a la Sandero y a la madrugada del lunes 2. En vez de ir camino a la YPF, el hombre dobló para el otro lado y cuando ella lo advirtió, él le dijo que iban a comprar cerveza a un negocio clandestino que funcionaba en la zona alta de la meseta de Añelo.
Frenó el auto al llegar al kiosco clandestino y ahí se produjo una discusión. Ella presumió que bajaría a comprar drogas como ya lo había hecho antes. Ante esa situación, él al final no bajó.
Camino al mirador
Lejos de calmarse y volver a dejarla en su casa, él estaba totalmente enredado en su propia furia y con un plan oscuro entre manos por lo que volvió a poner en marcha la Sandero y se dirigió hacía la zona del mirador.
Ella se puso mal porque las veces que habían ido al mirador él aprovechaba el miedo que ella le había confesado tener a las alturas por un accidente que tuvo de niña.
Perverso y siniestro, él siempre estacionaba el auto pegado al barranco. El goce estaba en el sufrimiento de ella y la angustia que le provocaba.
Lo cierto es que esa madrugada sus planes iban más allá de la orilla del barranco. Ella algo intuyó porque no llevaba el cinturón de seguridad puesto.
“Comenzó a acelerar y manejar en forma alocada por lo que le pedí que baje la velocidad, llegando al final de la calle donde está el barranco me dijo: ‘el auto no tiene freno’ y luego se arrojó. Al verlo saltar, yo abrí la puerta y me tiré”, confió la joven a los investigadores que no pudieron dejar de mostrarse asombrados y sacudidos por el accionar el violento.
El vehículo, tal como lo indican las pericias, voló 60 metros por el aire y cayó seis metros de altura quedando volcado dentro del barranco. Si la joven hubiera ido adentro, difícilmente podría haber sobrevivido.
Segundo intento de muerte
Tras descubrirse viva a orillas del abismo, la joven volvió a ser tomada por los hombros por su pareja. El cínico en voz alta le preguntó si estaba bien, por las dudas de que alguien estuviera cerca o hubiese visto algo, y a la vez la zamarreaba mientras la conducía hasta el borde del abismo.
En medio de ese forcejeo y los gritos vanos de la joven en busca de ayuda, él la tiró por el barranco.
“Caí unos tres metros al lado de una piedra muy grande”, le explicó a los investigadores, quienes entienden que la joven tuvo muchísima suerte porque cayó en seco y si golpeaba con la piedra no la estaría contando.
De ese segundo intento de muerte, ella se levantó como pudo. Advirtió que él no veía en la oscura noche dónde había quedado ella, pero desde arriba seguía fingiendo desesperación, la llamaba y le arrojaba piedras.
El grado de cinismo y violencia del hombre despierta mucha indignación.
“Estuve por perder la conciencia, pero dije acá no voy a morir”, aseguró la joven que se sobrepuso al dolor de todo su cuerpo y con un pañuelo que tenía se envolvió el brazo que se había lastimado seriamente y comenzó a descender hacía lo profundo del barranco para esconderse.
“Bajé hasta llegar a la puerta del acompañante y me quedé ahí sentada esperando que no me vea”, confió la joven.
Luego el horror en medio de la oscuridad se volvió a hacer presente cuando escuchó que él bajaba. Como prácticamente no se veía nada ella es escondió pegada a un costado del auto. Contuvo la angustia y la respiración. Evitó emitir cualquier tipo de sonido porque sabía que en ello se le iba la vida.
Él rodeó el auto a ciegas y volvió a subir. “En ese momento escuché la voz de otro señor al que le dijo que le fallaron los frenos del auto y que su amiga había caído y que estaría desmayada. Yo no quise salir porque sospeché que podía ser un amigo de él y me metí en unos arbustos”, detalló la joven sobreviviente.
Cuando el silencio le ganó a la noche y se sintió segura, subió con el pie izquierdo totalmente descalzo porque en la caída perdió la zapatilla y la media.
“Caminé como dos cuadras hasta la YPF y no había nadie. En ese momento pasó un muchacho y le pedí que me ayude porque me querían matar y de toque apareció su familia, la policía y luego la ambulancia”, contó con alivio la joven que estuvo al borde de la muerte en dos ocasiones.
Ahora, la Fiscalía avanza con la investigación con la finalidad de condenarlo y que pase una buena temporada tras las rejas
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