La increíble historia de Luisa, la abuela futbolista de Lautaro Martínez
El delantero de la Selección Argentina recibió una gran herencia futbolera de sus abuelos. Su abuela fue goleadora de un equipo femenino hace medio siglo.
Lautaro Martínez nació en Bahía Blanca, la capital nacional del básquet, misma ciudad de la que surgió un tal Emanuel Ginóbili. El goleador de la Selección Argentina pudo haber seguido los pasos de tantos chicos que soñaban con ser Manu, pero eligió el fútbol porque lo llevaba en la sangre: tanto que hasta su abuela paterna fue futbolista.
El delantero del Inter de Italia, estrella del Calcio y de la Selección de Lionel Scaloni, atraviesa un enorme momento en su equipo, líder del torneo y con Lautaro Martínez como máximo artillero, con 13 goles en misma cantidad de fechas. Una máquina goleadora que se moldeó en su Bahía Blanca natal, y a la que los genes lo ayudaron mucho.
Tal vez ese dato, el de la herencia familiar que venía de sus dos abuelos paternos, fue lo que terminó de decidirlo cuando era un adolescente y jugaba también al básquet, el deporte por excelencia en su ciudad. El Toro no dudó y prefirió dejar la pelota naranja para poner todo su esfuerzo en llegar a ser futbolista profesional, y no se equivocó.
Los genes paternos hicieron lo suyo
Mario, el padre de Lautaro Martínez, fue un lateral izquierdo que llegó a jugar cinco temporadas en el Nacional B (con Villa Mitre) y otras trece en el Torneo Argentino, vistiendo las camisetas de Rosario Puerto Belgrano (Punta Alta), Racing de Olavarría y Liniers (Bahía Blanca), el club en el que se formó el delantero de la Selección Argentina.
Lautaro, junto a sus hermanos Alan y Jano, y su mamá, Karina, viajaban a todos lados para verlo jugar, mientras su otra abuela, Olga, los cuidaba. “Lo he visto hacer muchos goles, porque era el encargado de los tiros libres y los penales. En todos los equipos en los que jugó, logró un ascenso”, contó el delantero, que acaba de casarse con Agustina Gandolfo.
Pero la historia venía de antes. Es que ya a mediados del siglo pasado, en los potreros de Punta Alta, sus abuelos paternos, antes de conocerse, jugaban a la pelota. El abuelo Mario Oscar fue futbolista amateur y tras su retiro se inclinó por el referato, y su abuela Luisa Esther Aguilar fue una goleadora letal cuando el fútbol femenino apenas era visible.
Lautaro Martínez y una pasión familiar
Luisa era una de las pocas futbolistas cuando las mujeres debían conformarse con jugar con los hombres si las dejaban sumarse a algún picadito, lejos del crecimiento que ha tenido en estos últimos años, cuando se convirtió en semiprofesional en la Primera División. Llegó a vestir la camiseta de Estrella Roja de La Falda, uno de los pocos equipos femeninos de la época.
Con la mezcla de los genes de sus padres, el pequeño Mario no tenía alternativa, y salió jugador. A los 16 años, el padre del goleador debutó en la Primera bahiense. Fue zaguero, líbero y marcador izquierdo, ya que era zurdo como el abuelo de Lautaro Martínez. La mamá del goleador lo fue a ver jugar apenas lo conoció e insultó al árbitro del partido, sin saber que era su suegro.
En su mejor momento, el papá del Toro, que luego fue motorista de aviones por cinco años en la Base Naval de Puerto Belgrano y enfermero, jugó como profesional en Villa Mitre tras el ascenso a la B Nacional, uno de los tantos ascensos que consiguió en su carrera.
Dos deportes y una gran elección
Lautaro Martínez no tiene recuerdos de su abuela jugando al fútbol, pero al ver mucho a su padre en las canchas del Ascenso heredó la pasión. Ya de chico era alcanzapelotas y mascota de los equipos en los que jugaba su padre junto a su hermano Alan. Fue a escuelitas de fútbol en Bahía Blanca, Punta Alta y Olavarría. “Ya desde ahí me di cuenta que iban a seguir la herencia de sus abuelos y su padre”, dice Mario sobre sus hijos futbolistas (Alan juega de defensor).
La carrera de Lautaro Martínez fue meteórica. De chico se mudó de Bahía Blanca a la pensión de Racing, y tras tres años en La Academia lo compró por una millonada el Inter de Milán, donde vive con su esposa y sus dos hijos, Nina y Theo. No había elegido nada mal el delantero, que en un momento debió optar por el fútbol o el básquet, otra de sus pasiones (su hermano menor, Jano, juega de manera profesional).
“Me gusta mucho. De chico jugaba, pero a los 15 años tuve que elegir y me decidí por el fútbol. Pero, si no fuera futbolista, jugaría al básquet, me encanta. Es más: prefiero mirar un partido de básquet que uno de fútbol”, contó Lautaro Martínez sobre su vínculo con el deporte que juegan casi todos los pibes en Bahía Blanca.
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